Una hora para comer.
- Bueno, yo ahora vengo.
- ¿Adónde vas, Dema?
- No se, por ahí.
Tomo el ascensor, salgo a la ciudad, compro algo rápido para comer, comienzo a caminar sin rumbo. Ahora, ¿cual es el truco acá en Barcelona? Que vos empezas a caminar sin rumbo, y de repente, apareces en un lugar así:

El parque este (cuyo nombre no encontré, por lo cual decidí bautirzarlo como... bueno, no se me ocurrió ningún nombre copado) al principio me hizo acordar a Barrancas de Belgrano, más que nada por esta imagen:

Sin embargo, luego de caminar un poco, descubrí que Barrancas de Belgrano no tiene esta estuatua:
Ni este lago:
Ni estas flores:
Aunque, por lo que yo recuerdo, las mujeres de Barrancas de Belgrano no eran de piedra:
Sentado en un lugar como este, dibujando un rato (sí, dibujando, ni yo lo puedo creer), viendo a la gente tirada en el pasto:
A los perros corriendo para recuperar pelotas de tenis:
Es que uno pierde la percepción del tiempo, pero de una buena manera, no de esa que nos hace confundir los días y desear los domingos que nunca llegan, sino esa percepción que te hace creer que todo el tiempo es este parque de juegos, ese nene subido al caballito, aquel hombre tirado en el banco tomando sol, esa hoja roja plasmada contra el sol.
Aunque de repente:
- ¡No!, ¿que hora es?
Miro el reloj, ya habían pasado cincuenta minutos.
Guardo el cuaderno, la cámara, comienzo a caminar, me pierdo, doblo donde no era, cruzo en rojo, reconozco una cuadra, una esquina.
Llego a la oficina, subo el ascensor, miro el reloj.
Una hora exacta.
- ¿Y, Dema, todo bien?
- Sí, sí, todo bien.
- ¿Adonde fuiste?
- A un parque de una hora, que esta por acá.